El grupo de etnografía digital en facebook

En los cursos de prácticas de campo que imparto en licenciatura, me he encontrado con muchos estudiantes que suelen tener problemas para empezar a recolectar información sobre sus temas de interés (y que en algún momento podrían convertirse en temas de tesis). Esta es una situación que por momentos me resulta desconcertante pero al mismo tiempo comprensible, Internet es un medio excelente para encontrar todo tipo de información pero es muy sencillo verse aplastado por una avalancha de artículos, videos, imágenes… el proceso de organizar todo eso puede convertirse en sí mismo en un proyecto que requiere mucho esfuerzo.

Escuchar a los estudiantes me ha hecho recordar cómo fue que empecé a estudiar Internet y el proceso para encontrar un tema, un objeto, los marcos teóricos y metodológicos para delinearlo. Tarea aparentemente sencilla pero no muy clara y pocas veces abordada en las clases de metodología que tomé durante la licenciatura.

Llegué a los estudios de Internet un poco por azares del destino, en realidad no tenía muy claro qué era lo que podía estudiar, en un primer momento pensé que bastaba con entender qué hacían las personas dentro en sus perfiles en la red pero esto me trajo un problema nuevo: ¿qué personas? ¿cuál iba a ser el criterio para elegir ciertos usuarios y no otros? ¿trabajaría yo con todas las plataformas? ¿por qué eran relevantes estas y no otras? Todas estas, preguntas esenciales metodológicamente hablando; además porque aclarar estas dudas serviría también para establecer algunos principios teóricos elementales que me darían un marco de visión más concreto.

Para este momento, ya había escuchado de la etnografía digital y había encontrado algunos textos al respecto, la mayoría en inglés pero seguía sintiéndome algo perdido ¿este método/técnica me serviría para pensar más cosas sobre mi tema? En realidad no estaba seguro, pero tuve una ocurrencia: ¿habrá en facebook un grupo dedicado a este tema y donde pudiera hablar con otros sobre esto? Mi sorpresa fue que sí, había uno con usuarios discutiendo sobre el tema, compartiendo textos y otros materiales para pensar en este asunto.

Este descubrimiento fue una verdadera revelación para mí: puedo casi asegurar que del tema que te interese investigar, es probable que haya una fanpage, un grupo, un instagram o twitter con personas que están discutiendo esto. Creo que no hay mejor forma de entrar en contacto con nuevas ideas sino es conversando con otros, escuchando/leyendo puntos de vista, revisando los textos que cada comunidad considera central, recopilar de primera mano los materiales esenciales para hacer nuevas preguntas. Esta es la mejor ruta, busca estos contactos, construye puentes, dialoga.

En mi caso, esto me llevó a conocer a muchos profesores, algunos de ellos se volvieron mis amigos y personas esenciales en el desarrollo de mi corta carrera académica. Esto me resultaba más estimulante porque ocurría en la «informalidad» de un grupo de facebook y no tanto desde la compleja jerarquía universitaria. No nos debemos nada, solo tenemos el verdadero gusto por compartir, escuchar, debatir y construir nuevas ideas. Estas charlas me permitieron acercarme a la literatura más actual, en ocasiones -incluso- podía tener contacto directo con los autores que citaba en mi proyecto de investigación.

El grupo de etnografía digital se convirtió en una especie de asesor constituido por distintas mentes que iban alimentando una perspectiva sobre el trabajo de investigación social con, sobre, desde y en Internet. Esto además eliminaba la sensación de que estaba haciendo una tarea sino que más bien estaba participando, cooperando en construir mejores preguntas de la mano con otros usuarios más experimentados.

Esta breve experiencia es también un ejemplo para demostrar que las plataformas sociodigitales no concentran únicamente actividades de ocio, a veces pueden también ser medios para estimular el trabajo científico, podemos aprovechar este recurso y ampliar nuestra visión aunque aparentemente estemos «perdiendo el tiempo».

Literatura y antropología

En principio parece que el trabajo antropológico -y etnográfico- requiere de una preparación teórica acompañada de una serie de reflexiones en torno a cómo construir un objeto de investigación. Claro, para eso vamos a las universidades y nos formamos: estudiamos licenciaturas, maestrías, doctorados, diplomados… la carrera universitaria puede extenderse tanto como uno desarrolle la paciencia y la capacidad para estar ahí.

He estado pensando últimamente en lo importante que es integrar otras perspectivas que vayan más allá de la académica, especialmente en el caso de la literatura. Esto no es ninguna novedad, me parece que muchos autores ya han documentado con mayor maestría y claridad ese tema, creo que estoy sensible al tema porque esta semana he leído El libro vacío de Josefina Vicens.

En esencia esta obra literaria trata de un problema bastante familiar para muchos académicos: escribir. En el caso del protagonista ¿cómo escribir lo realmente importante? ¿cómo traducir a palabras esta alegría urgente que atraviesa la vida gris y solitaria de un hombre adulto?

El libro nos deja unas lecciones bastante importantes alrededor del problema de la escritura: las ansiedades de un hombre que no sabe cómo comenzar, por quién comenzar, cómo elegir el tema alrededor del que se elaborará un argumento para el libro, pero también sobre una parte de la experiencia humana, como una especie de receptáculo de sensaciones humanas, ¿no es eso lo que más interesa a los antropólogos, a los etnógrafos en campo? Vicens logra con espectacular maestría contarnos una historia sensata y clara sobre un hombre que se sabe contradictorio, incongruente, producto de una vida monótona donde las hazañas físicas o verbales ya no corresponden con una imagen que él tiene de sí mismo.

¿Será posible que nuestras investigaciones logren alcanzar ese nivel de detalle?

Punto aparte, me parece que pensar en la relación de la literatura y la etnografía es (y este es otro tema que ya ha sido discutido por otros autores) peculiar por el asunto de hasta dónde nuestros informes son ficciones de algo que hemos escuchado, sentido, pensado, hablado o hecho.

Josefina Vicens con un cigarro.

¿Nuestros informes no se construyen a través de nuestros recuerdos, de fragmentos que bien podrían estar conectados a conveniencia del autor para producir un sentido explicativo? ¿Los recuerdos no son acaso esa otra forma de ficción y los escritos una especie de ejercicio que los configura, los solidifica y estandariza para poder ser comprendidos por otros? Sería un error pensar que logramos ser objetivos… hacemos nuestro mejor esfuerzo para minimizar ese problema de confiabilidad, pero aún así permanece una cierta incapacidad para captar la realidad, la complejidad del momento.

La literatura, entonces, es también un recurso más para pensar la labor antropológica, para pensar a los hombres y sus prácticas, sus rutinas, sentimientos y pensamientos, su forma de ver y estar en el mundo, y no solo eso, en algún punto la literatura se hace presente en nuestra forma de escribir el mundo que vimos y experimentamos.

El trabajo literario parece ser recursivo, porque logra instalarse aún en eso que aspiramos que sea científico.

El trabajo de campo también puede tiltearnos

En el slang de los jugadores de LoL (y de otros videojuegos) es común escuchar que en algún momento comienzan a «tiltearse». El término es un anglicismo cuya palabra raíz es «tilt» y cuya traducción incluye las palabras: ladear, inclinar, caer, volcarse y arremeter contra algo.

El concepto de tilteo aparece en principio en el póquer y hace referencia a «un estado de confusión mental o a la frustración resultante después de que un jugador adopte una estrategia no favorable que, finalmente, torna su conducta cada vez más agresiva» (Wikipedia, 2020). Esto significa que un jugador tilteado asume un estado mental que le impide hacer una lectura clara de lo que ocurre en la partida, generalmente llevándolo a una derrota. Hay algunos jugadores que saben identificar los momentos en que están a punto de tiltearse y revierten ese estado mental para mantener calma y, en última instancia, sobreponerse o revertir una mala decisión.

Tal vez sea importante decir que el tilt también tiene que ver con la sensación de estar siendo humillado públicamente, lo que aumenta la sensación de frustración y que lleva a algunos a comportarse de forma agresiva o violenta, a veces recurriendo al trash-talk para provocar a los contrincantes a tiltearse, esto como un recurso para minimizar la sensación de vejación que experimenten.

Entonces, tiltearse es producto de tomar una mala decisión y enfrentar las consecuencias de ello, lo que puede incluir una muerte o la derrota del equipo; pero también estar tilteado puede llevar a un jugador a engancharse con querer ganar a como de lugar, una especie de necesidad por demostrar que se es capaz de ganar. Tal vez por eso es común escuchar decir a los jugadores que están pasando por una racha de malas partidas pero que a la siguiente las cosas mejorarán.

A veces los jugadores ponen esta esperanza en la suerte, por ejemplo de ser emparejados con buenos jugadores, de saber que si pasan de cierto minuto de la partida sin morir es probable que ganen o que si juegan a ciertas horas tendrán más posibilidades de ganar. Todos estas, situaciones que los jugadores no pueden controlar.

Pensando en esta idea, me vino a la cabeza esta semana si será posible que cuando realizamos trabajo de campo experimentemos algo similar al tilteo, algún momento de frustración donde sintamos que no estamos logrando un objetivo o que no llegamos a ninguna idea novedosa, propiciando que seamos menos sensibles a lo que sucede a nuestro alrededor, especialmente cuando hemos pasado mucho tiempo compartiendo y participando con la comunidad con la que estemos trabajando. Entiendo que el tilteo supone toda una situación de juego, pero me resulta interesante pensar este fenómeno como una situación que el investigador podría pasar mientras intenta observar, registrar, explicar e interpretar una situación. ¿Qué hacer cuando sentimos que tenemos una barrera que no nos deja escuchar y tomarnos en serio al otro? ¿Cómo liberarnos de la sensación de pesadez que puede aparecer después de estar tanto tiempo en campo? Me parece que se trata de experiencias comúnes pero poco tratadas, quizá porque asumimos que -igual que la escritura- son parte de la tarea solitaria de realizar una investigación etnográfica.

Al mismo tiempo, esta sensación de malestar (por ejemplo, sentir que no estamos llegando a nada) es parte intrínseca del impulso que nos lleva a seguir trabajando, quizá con la idea de que lograremos encontrar algo distinto, nuevo o inesperado; igual que cuando el jugador espera que a la siguiente partida las cosas serán distintas. Pensaba también que esto tiene que ver con una lógica de esfuerzo, de disciplina y sacrificio: las ideas geniales no aparecen solas, suelen encontrarte cuando estás trabajando.

Un mundo cambiante

Mi trabajo de campo, como ya he dicho antes, implica participar y acompañar a un equipo de esports en sus entrenamientos. Esta decisión me permitió escuchar y experimentar todas las dificultades que tienen los equipos además que me dejó ver cómo son las rutinas de trabajo y el enorme esfuerzo que se pone en la planeación de los entrenamientos y las sesiones.

Para poder formar parte del equipo tuve que pasar por un proceso de entrevista y de prueba de 1 mes, donde los admins verían mi forma de trabajo y si les parecía útil para los objetivos del equipo. No era la primera vez que pasaba este proceso, pero igual sentí nervios porque no sabía si lo que hacía era lo mejor o si cubriría sus expectativas como para que me dejaran seguir dentro.

Encontrar informantes/colaboradores es una tarea complicada, después de pasar 2 años conociendo el juego y de notar que platicar con los jugadores dentro del cliente de LoL no era el mejor lugar para generar confianza y charlas más profundas, decidí que lo mejor era aplicar en las convocatorias que se publican cada cierto tiempo en grupos de League of Legends en Facebook. Así, he pasado por 7 proyectos distintos, haciendo muchas tareas que parecían totalmente alejadas de mi objetivo: creando contenido (memes, notas, imágenes), redactando noticias para comunidades, siendo admin y mod de servers en discord y asistiendo a entrenadores en las sesiones con los equipos. Me tomó 1 año darme cuenta que los proyectos cambian con bastante regularidad, que a veces duran semanas y que hay una especie de flexibilidad que se asume sin problemas: hoy hay una escuadra completa, mañana solo llegarán 3 jugadores, hoy hay entrenador pero mañana probablemente lleguen 2 más, en este nivel semiprofesional no hay mucha estabilidad. Todos están buscando las mejores oportunidades y en cuanto aparece algo mejor simplemente se van.

Paradójicamente, un rasgo que es bastante valorado dentro de los equipos es la constancia, si no hay un ritmo de trabajo continuo lo más probable es que el proyecto fracase y que nadie quiera colaborar contigo. Al inicio me parecía que esta dificultad para encontrar colaboradores era un problema que no estaba sabiendo enfrentar, tal vez necesitaba poner más empeño o hacer todo lo posible por que los equipos no se separaran, pero con el tiempo entendí que esta era una situación bastante común y que más bien necesitaba explicar esto como una característica del campo: nada permanece, todo se mueve muy rápido y los cambios ocurren a veces sin que te des cuenta.

Diciendo esto, pienso que mi investigación, aunque depende un 90% de la mediación de Internet, no es tan distinta a la situación que cualquier otro antropólogo pasa, ¿cómo mantenernos cercanos en un campo tan cambiante y flexible? Kenneth Gergen, en su libro del Yo saturado explicaba que una de las cosas que lamentaba de este tiempo es que poco a poco perdíamos la capacidad para estar solos porque siempre había alguien ahí: a través de un e-mail, en las pantallas. Voces de todo tipo que inundan nuestras ideas, las formas en que vemos y entendemos el mundo. Mi trabajo de campo me ha demostrado que ni siquiera teniendo la posibilidad de estar conectado 24/7 con mis informantes/colaboradores es posible entender la forma en que los equipos cambian, las decisiones que se toman, sigue habiendo información que se pierde o que no logramos captar para explicar el funcionamiento del mundo.

Esto me lleva a pensar una cosa más, es probable que los datos que producimos en Internet no logren captar al mundo tal cual es, en parte porque es imposible captar todos los datos pero también porque el ejercicio de lectura de estos requiere un esfuerzo más profundo a fin de que podamos entender con claridad por qué el mundo funciona así y no de otra manera. Esta es una idea pequeñísima que gira en torno a un debate epistemológico más amplio (sobre la construcción del dato, los instrumentos para leerlos, procesarlos y explicarlos) y que en este momento no pienso abordar, pero vale la pena identificar que mi preocupación inicial -por qué los equipos no logran mantenerse- se relaciona con un asunto más profundo y menos claro a primera vista: el lugar desde donde vemos, los instrumentos con los que vemos cambian nuestra perspectiva y la capacidad que tenemos para explicar lo que ocurre frente a nuestros ojos.

Sobre el trabajo de escribir

Si alguien me preguntara cómo es el proceso de escribir, creo que yo lo caracterizaría como un ejercicio solitario y que se asemeja a moverse en espiral, círculos de tus propias ideas pero cada vez desde una altura distinta, a veces arriba y otras abajo.

Con algunos de mis estudiantes dediqué un tiempo a re-leer los consejos y reflexiones de Howard Becker sobre el trabajo de escritura, fue revelador re-encontrarme con mis propios rituales, ansiedades y, por qué no decirlo, frustraciones cuando comenzaba a construir un texto. Con el poco tiempo que llevo en esto, he descubierto que el paso más difícil -al menos en mi caso- es comenzar.

La imagen anterior es un gag que apareció en la serie de Bob Esponja hace unos años, viene al caso porque retrata claramente ese extraño bloqueo mental que surge cuando vemos la página en blanco. Ese extraño nerviosismo de no saber por dónde comenzar y dedicar un tiempo exagerado a elegir las palabras correctas para que el texto diga lo que estamos pensando: algunos lo llaman procrastinación.

Empezar a escribir no es otra cosa más que eso, sentarte y dejar que las palabras fluyan. Obviamente el resultado no será el texto final pero es una forma de olvidarte de la preocupación de si estarás captando todas tus ideas de forma precisa.

Becker explica que cuando hacemos esto, permitimos tomar un riesgo sobre lo que queremos decir para descubrir que aunque en nuestra cabeza parece haber muchas ideas, en realidad se trata de pocos puntos que no han sido conectados y enlazados para construir argumentos más profundos. Así que comenzar un texto significa dejarte llevar y dejar que las ideas se plasmen sin ningún tipo de criterio, la organización y estructura vendrá después.

Hubo algo más que me emocionaba mucho de leer estas ideas de Becker, la fantasía estudiantil de que nuestros profesores tenían buenas ideas y las plasmaban de «un plumazo», sin mayor esfuerzo que el que suponía sentarse a ver la tele. Por esto es que al inicio proponía que escribir es moverse en espiral: en principio tienes un bloque de ideas amontonadas, pegadas y sin orden, el siguiente paso es ir construyendo la ruta que queremos mostrarle al lector, un planteamiento aquí, un dato cuantitativo acá, una reflexión crítica por este lado… A veces imagino el proceso de escribir como cuando uno se muda a una casa o departamento nuevo, todos los objetos están apilados y encimados por doquier, pero con el paso del tiempo logramos ubicarlos y organizarlos para hacer del espacio un lugar más ordenado y cómodo. Sospecho que con las palabras podemos pasar un proceso similar.

Les dejo aquí dos referencias que pueden ser útiles para comenzar el ejercicio de escritura, para pensar las ansiedades y el estrés como parte del ejercicio de producir ideas que puedan inspirar a otros.

  1. Howard Becker, Manual de escritura para científicos sociales: http://www.sigloxxieditores.com.ar/pdfs/becker_manual_de_escritura.pdf
  2. Kristen Ghodsee. From notes to narrative. Writing ethnographies that everyone can read: https://press.uchicago.edu/ucp/books/book/chicago/F/bo20190930.html

La captura de pantalla del calendario

Buena parte de mi trabajo de campo ocurre en línea, paso muchas horas del día sentado frente a mi computadora participando en los entrenamientos de un equipo semi-profesional de esports. Cuando comenzó la crisis sanitaria y el encierro pensé que mis posibilidades de hacer campo se vendrían abajo ¿cómo iba a hacer para conocer más jugadores? Originalmente, yo tenía la idea de ir a un gaming center de la ciudad para hacer mis entrevistas y no pude evitar pensar en el peor escenario.

Cuando entré al equipo mi rutina dio un cambio radical, así se ve mi calendario en el teléfono:

La rutina es: de lunes a jueves entrenamiento de 6:00 p.m. a 10:00 p.m., pero aparte de eso a veces tengo entrevistas individuales con los jugadores, así que a veces puedo terminar a la 1 ó 2 de la mañana. En otros días puedo terminar a las 10 pero comenzar a las 2 ó 3 de la tarde. Veo que mi diario de campo crece y hay días en que me da ansiedad pensar en toda la información que no está siendo depurada, pensada o analizada.

Antes no había dedicado tanto tiempo a tener un registro de las actividades que llevaba a cabo, me conformaba con anotarlo en mi diario de campo, sin embargo utilizar el calendario de google me ha permitido establecer recordatorios no solo para mí sino también para mis informantes/colaboradores. Cuando agendo una entrevista puedo mandar un correo a los jugadores para que aparezca también en sus teléfonos, esto claro con su consentimiento. Hasta el momento ha funcionado bastante bien, es una forma también de asegurar y formalizar el tiempo que compartiremos aparte del entrenamiento.

Con esto quisiera también plantear la idea de que esta herramienta de calendario (y del teléfono como artefacto tecnológico) tiene un papel central en la forma en que organizo mis encuentros con los otros, el encierro ha sido benéfico para mi trabajo de campo y temo que cuando regresemos a la normalidad esta dinámica, intensa y demandante, cambie produciendo una distancia entre los jugadores y yo en el servidor donde nos conectamos. Estoy consciente de que, en ese sentido, este tiempo es excéntrico y peculiar pero al mismo tiempo veo lo importante que ha sido para el desarrollo de mi proyecto.

El encierro y el trabajo de campo

La crisis sanitaria que estamos atravesando ha hecho evidente la importancia que tienen las tecnologías digitales en el desempeño de nuestras tareas cotidianas: desde lo escolar hasta lo laboral es claro que necesitamos de estas herramientas para llevar a cabo nuestras rutinas.

Los antropólogos han dedicado ya bastante tiempo a pensar en las posibilidades que se abren cuando incluimos a las tecnologías digitales en el proceso de construcción teórica y metodológica, destacan los trabajos de Tom Boellstorff, Christine Hine y Sarah Pink por mencionar algunos ejemplos cuyas reflexiones giran en torno a la etnografía.

Sin embargo, en México -y temo que en América Latina- sigue habiendo una especie de resistencia a pensar lo digital como un nodo central en el proceso de la investigación. El problema no es nuevo, sin embargo se hace más evidente cuando estamos obligados a un encierro en pos de proteger nuestra salud así como la de nuestros informantes/interlocutores/colaboradores. Es claro que en cada caso, los investigadores tendrán que analizar el uso de alguna tecnología para ampliar su capacidad de observación, de escucha o registro. Tal vez nuestros informantes no utilicen Twitter pero sí WhatsApp, probablemente haya lugares que no cuenten con una infraestructura para tener una conexión a Internet estable pero sí encontremos radios comunitarias, en cualquiera de los casos necesitamos adaptarnos y desarrollar habilidades técnicas que nos permitan entender el lugar que ocupan las tecnologías en las dinámicas cotidianas. En este punto, es válido preguntarnos ¿los investigadores estamos teorizando sobre este aspecto? ¿Nuestros informes incluyen algún apartado sobre el lugar que ocupan las tecnologías?

La crisis sanitaria y esta aparente centralidad de lo digital en nuestras interacciones, también abre la cuestión de qué significa estar presentes cuando nuestras charlas están mediadas por una gran cantidad de máquinas, ¿de qué forma cambia esto esa noción tradicional del campo como el imaginario de un lugar al que uno debía trasladarse para adquirir un saber sobre el espacio y las personas? ¿cómo cambia esto nuestra forma de pensar los objetos de estudio y las explicaciones que construimos de estos?

Estas tensiones nos invitan a pensar en un proceso fundamental del trabajo de investigación: la flexibilidad y capacidad adaptativa que debemos desarrollar para iniciar cualquier proyecto. Está bien planear, tener objetivos, medir tiempos, pero a veces los imprevistos -por ejemplo una crisis sanitaria- nos dejarán registrar situaciones excepcionales, nuevas perspectivas, problemas y situaciones que de otra forma no veríamos.

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