Sobre los videojuegos, el deporte y el dinero.

Convertirse en un videojugador profesional es un sueño que comparten muchos jóvenes en México y probablemente en Latinoamérica ¿quien rechazaría la idea de un trabajo donde uno reciba un pago por jugar su título favorito la mayor cantidad de tiempo posible?

Inicié mi proyecto de doctorado con esta primera imagen, bastante superficial y demasiado buena para ser verdad. En otros artículos ya había leído que las condiciones laborales de las personas en la industria de los videojuegos suelen ser bastante deplorables: jóvenes sometidos a rutinas extenuantes, malos pagos y muchos despidos injustificados.

Está claro que este es un problema peculiar porque los videojuegos, en esencia un producto diseñado para entretener, terminan siendo la puerta que los introduce a un mundo adulto que por momentos es bastante desolador. Se trata de una dinámica empresarial que persigue los resultados, con productos que generen impacto pero que cuesten lo menos posible.

En Latinoamérica y especialmente en México esta situación es preocupante porque nos remite a las oportunidades laborales que nuestro gobierno está ofreciendo a los jóvenes, especialmente en una industria donde hay poca regulación legal sobre el trabajo que realizan estos jugadores. ¿Cómo velar por los intereses de estos jóvenes que están enfrentándose a circunstancias laborales veladas por la incertidumbre y una constante demanda por el alto rendimiento?

Este aspecto de los videojuegos está aparentemente alejado de mi preocupación fundamental: ¿cómo se convierte uno en un atleta electrónico? ¿Qué lugar ocupa el dinero en todo este proceso? Cuando he planteado esta pregunta he sentido una especie de juicio social, como si estuviera mezclando cosas que no van juntas. Especialmente cuando jugadores y entrenadores traen a cuenta esta visión romántica de pasión por el juego, donde el dinero mancha la pureza del juego y lo transforma en un producto que involucra la compra-venta cínica de contenidos que buscan popularidad a través de microcelebridades que carecen de sensibilidad, preparación y conocimiento profundo de los juegos.

Pero esta relación creo que es fundamental, es obvio que ningún deporte puede subsistir sin que produzca un intercambio económico de algún tipo. Mi sospecha es que esta búsqueda del dinero parece una especie de idea contaminante, una mancha en la búsqueda disciplinada de los jugadores, de su mejoría.

En esencia podría describir esa idea implícita de la siguiente manera: por el dinero no hay que preocuparse, llega solo después de que uno se sacrifica y hace muchos esfuerzos por obtenerlo. No es ideal que uno dedique tiempo a pensar en el dinero, es mejor que se invierta tiempo en desarrollar habilidades técnicas dentro del juego. Es como si los jugadores no necesitaran el dinero, juegan por gusto, por placer… sin querer aparece nuevamente la frontera del mundo del ocio y del productivo, mezclar esos dos mundos parece una necedad, aunque probablemente no sea del todo cierto.

En realidad, me atreveré a decir, los deportes electrónicos no pueden existir sin que haya un soporte económico. Los jugadores profesionales, casters y demás empleados de esta industria hiper-demandante, pueden corroborar este planteamiento. Pero las preguntas permanecen ¿Cuáles deberían ser las condiciones laborales ideales para estos nuevos empleados de esta creciente industria? ¿Convertirse en un atleta electrónico no debería incluir un proceso de enseñanza sobre las circunstancias legales y administrativas sobre los procesos contractuales? ¿Qué hay de las regulaciones tributarias que deberían cumplir las empresas o los jóvenes empleados? ¿De qué manera podemos mejorar las condiciones laborales a las que se enfrentan los jóvenes en estas industrias creativas?

Si bien hay un aspecto teórico muy interesante en esta transición del videojuego a deporte (los cambios de significado en torno al tiempo de ocio y trabajo, la importancia de la construcción de una figura pública para hacerse presente en la escena, los cambios en las formas de pensar el juego y la entrada a los mundos fantásticos para articular un enlace entre lo presencial y lo que ocurre en la pantalla, etc.) es fundamental que pensemos que la transición a disciplinas deportivas debe incluir un debate transparente sobre esta situación laboral y económica, porque en una situación donde tenemos muchos aspirantes y pocos jugadores bien remunerados, es seguro que el dinero sigue sin repartirse de manera justa.

Publicado por Iván Flores

Doctor en Ciencias Antropológicas en la UAM Iztapalapa, me interesa pensar la presencia de lo digital en la vida cotidiana así como en el trabajo de investigación.

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